Me acuerdo de algunas clases de educación física en Virginia, Maryland y Pennsylvania. Siempre era pequeño por mi edad, pero solía hacerlo bien en los ejercicios y deportes de resistencia. Corría mucho y jugaba tenis sin cesar durante una parte de mi juventud.
Mi
formación universitaria en Penn State me ayudó desarrollar y profundizar tanto
los intereses académicos como los deseos y curiosidades en el deporte. Aprendí
jugar ráquetbol, algo parecido al squash y quizás también al tenis. Estudié la
psicología del deporte con una de las pioneras en el campo, la profesora
Dorothy Harris. Treinta años más tarde, sigo aplicando algunas de sus
lecciones. Me inculcó la importancia de la actividad física durante toda la
vida.
Soy
corredor. También soy nadador aunque con menos frecuencia. Brinco bastante la
reata como ejercicio para fortalecer todo el cuerpo. El ejercicio me cansa en
el momento, pero en general me da más energía y ganas para lidiar con los
desafíos. Cada vez, más estudios elogian al ejercicio como paliativo del estrés
emocional y físico de la vida.
Mi
esposa enseña a los niños preescolares. Ella me ha señalado el ejercicio y el
deporte como partes fundamentales de la educación. La actividad en los niños
les ayuda con el desarrollo de los movimientos finos. Los niños activos
tendrían más posibilidades de aprender bien a la edad indicada sujetar una
lápiz para los trabajos en la aula.
Mis
padres creían que el deporte ayudaría a los niños elegir bien algunos caminos
en la vida. Con la experiencia personal y la lectura de tantas anécdotas, creo
que tenían razón. La gran mayoría de los deportistas tienen que llevar una vida
sana para mejorar sus habilidades. A veces hemos visto malos ejemplos a nivel
profesional, pero eso parece la excepción y no la regla. Casi cualquier
entrenador, si no todos, animaría a sus deportistas comer sano y vivir de una
manera sana. No importa el nivel
Con el
comienzo del año escolar y el rigor de la vida en otoño, surgen los estreses
del diario vivir. El sol del día se vuelve menos intenso y más corto. Podría
ser difícil pensar en la actividad que llevábamos durante el verano. Incluso,
los deportes en la televisión podrían distraernos. No es necesariamente malo:
Que gane siempre Penn State. Y voy a favor de la Universidad de Utah siempre
que no jueguen en contra de Penn State.
Al
grano y sin rodeos, que hagamos algo de ejercicio todos los días. No hay que
ser corredor, jugador de fútbol o gimnasta. Basta con andar un poco por la
mañana o por la tarde. Ayuda hacerlo con amigos, miembros de la familia o un
grupo.
Anima a
los niños participar en algún deporte. Aunque sea algo informal en un parque o
en la yarda, vale la pena. No es solo para evitar el sobrepeso o las consecuencias como la diabetes, pero eso sí es una parte. Más
que nada, animar a las personas en las actividades y en el deporte es para
mejorar la calidad de vida tanto para ellos como para todos que vivimos en su
entorno.
Hasta
la próxima, idealmente en los caminos de las montañas o quizás en una piscina.
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