La
política está llena de etiquetas equivocadas, con frecuencia usadas en
contextos deformados o maquillados para servir intereses electorales o
particulares. La estrategia política prevalece sobre la comunicación honesta y
clara, la comunicación sin rodeos.
La
política sobre la inmigración ilustra el problema. El tema candente para algunos: ¿Es San Francisco una "ciudad santuaria" (o "ciudad santuario")? Antes de resumir un
incidente serio y delicado, recalco que los inmigrantes, documentados e indocumentados, son menos propensos de estar en la delincuencia, tres veces más
bajo según unos estudios recientes. Hay excepciones.
El 1 de
julio, un indocumentado con varias deportaciones y felonías en su historial
disparó y mató a una mujer en San Francisco. Unos meses antes, el sospechoso
había estado en cárceles federales y estatales, pero un fallo en las leyes y la
práctica resultó en su salida de una cárcel de San Francisco.
San
Francisco tiene la política de no coordinar con los agentes de inmigración con
respecto a las deportaciones a no ser que existan mandatos judiciales o ordenes
de arresto. Lo único que existió en el caso del sospechoso era una petición
federal para la detención de la persona (“immigration hold”). Conforme con las
leyes estatales de California, el sospechoso no podría haber salido por los
antecedentes penales que tenía. No obstante, en San Francisco, ocurrió.
Sin
duda, lo de San Francisco fue un fallo: cinco deportaciones y varias felonías
sirven para fundamentar una política estricta en el caso de este hombre. Se
entiende la lógica de algunos que argumentan a favor de una política más dura
en este aspecto. Sin embargo, no hay que aceptar las exageraciones y un lenguaje
desconectado de la realidad.
San
Francisco tiene leyes y una política suave con respecto a la inmigración, pero
no es un santuario para los inmigrantes indocumentados. No es una “ciudad
santuaria”. En la realidad, no existen “ciudades santuarias”.
En el
diccionario de la editorial Santillana, la cuarta acepción de “santuario” es:
“Lugar donde una persona o animal tiene sus dominios o encuentra refugio o
protección.” En la retórica política, algunos han aplicado “santuario” como
adjetivo a las ciudades con una política suave con respecto a la inmigración.
En Utah, algunos ponen esa etiqueta a Salt Lake City.
En una
“ciudad santuaria”, un indocumentado estaría a salvo de los agentes de
inmigración, de la ley migratoria del país. Por varias razones esto es
incorrecto, incluso en San Francisco.
La
policía local en varias regiones y estados del país ha decidido dar prioridad a
las relaciones comunitarias con poblaciones de indocumentados en vez de a una
coordinación más estrecha con los agentes de inmigración. Hay tensión entre los
que quieren relaciones amigables y los que quieren más deportaciones. Creo que
los que priman la relación comunitaria tienen argumentos más fuertes, pero el
asesinato de San Francisco sin duda fortalece al otro lado.
Reconocer
el problema del asesinato no equivale a reconocer a San Francisco como una “ciudad
santuaria”. Los agentes de inmigración podrían haber conseguido una orden de
arresto. Con eso, el hombre no habría podido salir de la cárcel. La política de
San Francisco tampoco impide a inmigración llevar a cabo operativos conforme
con las leyes y las prioridades federales.
El no
cooperar con los agentes de inmigración no es lo mismo que prohibir o obstruir
su trabajo. El hecho de no asumir
responsabilidades federales sobre la inmigración no convierte a una ciudad en
un santuario. Los agentes federales siguen con su autoridad y rango de acción.
El
incidente de San Francisco es algo serio y una razón para la evaluación de todas
las políticas, tanto federales como locales. No es razón ni para el hipérbole ni
para el pánico político.
Aunque
la política migratoria se ha suavizado mucho en la práctica, no hay ningún
lugar en Estados Unidos donde los indocumentados están técnicamente a salvo de
las leyes. No existen santuarios, ni mucho menos para los que están o han
estado en la delincuencia.
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