“Hace
falta acción, no palabras.” A veces me harta esta frase, quizás sobre todo por
el insulto que a menudo conlleva, especialmente en la política. Se entiende la
importancia de acción, pero los que usan la frase deberían tener en cuenta que
el acto de producir palabras es una acción y que las palabras pueden impulsar
otras acciones. Sin palabras, no tendríamos proyectos de ley sobre los cuales
los representantes podrían actuar, podrían votar. Es de sentido común.
Lo que molesta en la política es la falta de palabras, o la falta de
precisión en su uso. Es tema conocido: “Precisión en el lenguaje mejora la
precisión en el pensamiento.” Desafortunadamente, reina la imprecisión en el
lenguaje de muchos políticos y comunicadores. Estas personas emplean
palabras para poder apelar a audiencias diversas sin tener que declarar
claramente sus ideas, sus intenciones.
Con
respecto a la inmigración, muchos políticos ahora se declaran a favor de una
reforma. Algunos agregan "íntegra’ o ‘camino a la ciudadanía"; sin embargo, no suelen dar los detalles. Afortunadamente, tenemos la propuesta S. 744 que se
aprobó en el Senado. El camino hacia la ciudadanía es largo, de trece años en
general. Y ya está plasmado en un proceso formal aunque no definitivo por la falta
de apoyo en la Cámara de Representantes (“Cámara Baja”).
El
problema ocurre en esa Cámara Baja. Casi todos los republicanos se manifiestan
a favor de una reforma migratoria, pero muchos rechazan "el camino hacia la
ciudadanía". Dicen que quieren una solución para los indocumentados, pero no
quieren elaborar esa solución en ninguna propuesta. Hace falta la acción de
escribir: palabras específicas, escritas, organizadas en propuestas, entabladas
oficialmente.
Las
palabras cuentan. La política mejoraría con palabras precisas y bien empleadas.
Los políticos, los funcionarios y otros actores del sistema deberían escribir
más. Podrían informar con más detalles y sin tantos rodeos para que la
democracia funcione de manera más transparente, más eficaz.
Quizás
no es nada nuevo, pero parece con cada elección que las candidaturas se basan
más en las personalidades y los intereses, menos en los principios y la
sustancia. Los políticos no tienen toda la culpa. A veces el problema ocurre
por la falta de valor y rigor de los medios de comunicación. Los periodistas
hacen preguntas vagas y no insisten en respuestas sustanciosas.
El año
pasado pasó algo inédito para mi. El reportero John King de CNN hizo una
pregunta, y el candidato Mitt Romney respondió: ‘Tú haces la pregunta como
quieras y yo respondo como quiero.’ Después Romney dio una discurso corto que
no tenía nada que ver con la pregunta.
No creo
que Romney sea ni estúpido ni tonto, pero este intercambio ocurrió en un debate
entre candidatos para la presidencia de Estados Unidos. Es una anécdota
lastimosa de la política actual, e ilustra un desafío: ¿cómo se
puede generar más respeto hacia el sentido y el uso de las palabras?
Usar
bien las palabras no es fácil. Pero creo que deberíamos aspirar a eso. Hay que exigir eso de nuestros representantes. Las palabras cuentan.
Escribir es una acción.