viernes, 10 de enero de 2014

Escribir es una acción


“Hace falta acción, no palabras.” A veces me harta esta frase, quizás sobre todo por el insulto que a menudo conlleva, especialmente en la política. Se entiende la importancia de acción, pero los que usan la frase deberían tener en cuenta que el acto de producir palabras es una acción y que las palabras pueden impulsar otras acciones. Sin palabras, no tendríamos proyectos de ley sobre los cuales los representantes podrían actuar, podrían votar. Es de sentido común.

Lo que molesta en la política es la falta de palabras, o la falta de precisión en su uso. Es tema conocido: “Precisión en el lenguaje mejora la precisión en el pensamiento.” Desafortunadamente, reina la imprecisión en el lenguaje de muchos políticos y comunicadores. Estas personas emplean palabras para poder apelar a audiencias diversas sin tener que declarar claramente sus ideas, sus intenciones.

Con respecto a la inmigración, muchos políticos ahora se declaran a favor de una reforma. Algunos agregan "íntegra’ o ‘camino a la ciudadanía"; sin embargo, no suelen dar los detalles. Afortunadamente, tenemos la propuesta S. 744 que se aprobó en el Senado. El camino hacia la ciudadanía es largo, de trece años en general. Y ya está plasmado en un proceso formal aunque no definitivo por la falta de apoyo en la Cámara de Representantes (“Cámara Baja”).

El problema ocurre en esa Cámara Baja. Casi todos los republicanos se manifiestan a favor de una reforma migratoria, pero muchos rechazan "el camino hacia la ciudadanía". Dicen que quieren una solución para los indocumentados, pero no quieren elaborar esa solución en ninguna propuesta. Hace falta la acción de escribir: palabras específicas, escritas, organizadas en propuestas, entabladas oficialmente.

Las palabras cuentan. La política mejoraría con palabras precisas y bien empleadas. Los políticos, los funcionarios y otros actores del sistema deberían escribir más. Podrían informar con más detalles y sin tantos rodeos para que la democracia funcione de manera más transparente, más eficaz.

Quizás no es nada nuevo, pero parece con cada elección que las candidaturas se basan más en las personalidades y los intereses, menos en los principios y la sustancia. Los políticos no tienen toda la culpa. A veces el problema ocurre por la falta de valor y rigor de los medios de comunicación. Los periodistas hacen preguntas vagas y no insisten en respuestas sustanciosas.

El año pasado pasó algo inédito para mi. El reportero John King de CNN hizo una pregunta, y el candidato Mitt Romney respondió: ‘Tú haces la pregunta como quieras y yo respondo como quiero.’ Después Romney dio una discurso corto que no tenía nada que ver con la pregunta.

No creo que Romney sea ni estúpido ni tonto, pero este intercambio ocurrió en un debate entre candidatos para la presidencia de Estados Unidos. Es una anécdota lastimosa de la política actual, e ilustra un desafío: ¿cómo se puede generar más respeto hacia el sentido y el uso de las palabras?

Usar bien las palabras no es fácil. Pero creo que deberíamos aspirar a eso. Hay que exigir eso de nuestros representantes. Las palabras cuentan. Escribir es una acción.
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