La
reforma migratoria sigue siendo una cuestión de tiempo. Desafortunadamente, he
sido una cuestión de tiempo durante demasiado tiempo: el senador Orrin Hatch de
Utah presentó su DREAM Act en agosto de 2001 y el presidente George W. Bush
habló de manera favorable al principio de septiembre del mismo año.
Los
atentados del 11 de septiembre de 2001 tuvieron repercusiones enormes en la
política, quizás sobre todo la política migratoria que se transformó en tema
fundamental de la seguridad. Se quedaron frenadas iniciativas como el DREAM
Act, la simplificación de los procesos y la actualización del sistema.
Durante
unos años, los restriccionistas en cuanto a la política migratoria frenaron
casi todos los intentos de liberalizar el sistema. En 2001 se elaboró un
proyecto de ley, FREEDOM Act por sus siglas en inglés, para impulsar la
reunificación de familias, la expansión económica y una organización mejor
planteada y gestionada de documentos (Family Reunification, Economic Expansion,
and Document Organized Management – FREEDOM). No tuvo éxito, pero las ideas de
ese entonces se parecen a las que salen en los debates migratorios hoy día.
La
sustancia de la reforma migratoria no ha cambiado mucho. Hay que agilizar los
procesos para coordinar mejor el sistema migratorio con la economía. Las listas
de espera han llegado a ser excesivamente largas en algunas categorías: más de
23 años para los filipinos esperando la residencia permanente a través de sus
hermanos que son ciudadanos de Estados Unidos. La población indocumentado se
estima a más de once millones de personas, y la estancia mediana de esos
indocumentados son trece años.
No es
difícil señalar lo básico de un proyecto de ley que actualizaría el sistema
migratorio; no obstante, la fórmula política para dicha reforma se ha resultado
resbaladiza. Hace ocho años, se perfilaba una reforma migratoria durante la
administración de George W. Bush. Hace un año y medio, se perfilaba una reforma
migratoria durante la administración de Barack Obama. Sigo creyendo que Obama
dictará medidas ejecutivas amplias e importantes para aliviar el estrés de un
sistema migratorio roto; sin embargo, la necesidad de una reforma migratoria
seguirá en pie.
En el
programa radial “Sin Rodeos”, han surgido varias sugerencias para la política.
En Utah, no pertenezco a ningún partido político, y el partido Demócrata del
estado me ha decepcionado muchísimo. Los participantes buscan la convivencia
con los poderes fácticos en vez de impulsar una política verdaderamente
favorable. Dicho eso, no tengo casi nada en común con un partido Republicano
demasiado conservador y provinciana. Son mis intereses.
Las
sugerencias son estas:
1.
Votar o apoyar a un partido Demócrata que ha hecho más para los inmigrantes que
el partido Republicano.
2. Participar
en el partido Republicano, sobre todo en las primarias, para poder influir más
en la conversación de un partido que puede tener en sus manos la posibilidad de
permitir o seguir impidiendo una reforma migratoria.
3.
Formar o fortalecer un tercer partido que puede verdaderamente apoyar una
política favorable para la comunidad hispana.
4. No
votar para expresar el rechazo a los políticos porque representan no más que
sus propios intereses.
5. …
Hace falta una conversación sin prejuicios, sin límites y sin rodeos.