Durante
casi seis años, de marzo de 2008 a febrero de 2014, hice como mínimo treinta
minutos de ejercicio todos los días. Vivía en Mexico y Utah durante ese tiempo
con viajes a Washington, D.C.; Lima, Perú, Philadelphia, Pennsylvania entre
otros. El ejercicio es sumamente importante para mi, pero quizás no lo es para
todos. Sin embargo, la constancia debería ser fundamental.
Hay un
dicho para los corredores de fondo que la carrera no es para el más rápido, ni
el más fuerte, sino para los que perduran. Claro, en una competencia, hay
ganadores. Vale la pena respetar eso y celebrar los logros, a veces de nosotros
pero también de otros.
Después,
es momento de continuar en el camino. La competencia con otros sirve de muchas
maneras: para evaluar el progreso, para motivar, para ganar algo. No obstante,
la competencia con uno mismo es tal vez la más importante.
No solo
se aplica al deporte. En los estudios o el aprendizaje de algo, se puede
aplicar. ¿Cómo podemos mejorar nuestra manera de pensar, la habilidad en las
matemáticas o las letras, la productividad en el trabajo, etc.? Las metas
ayudan, y parece que hay una sin fin de libros sobre las estrategias de
formular y alcanzar los objetivos.
El
diccionario de la Real Academia Española define “constancia” así: “Firmeza y
perseverancia del ánimo y las resoluciones y en los propósitos.” La constancia
ayuda mucho con el progreso, y vale la pena cultivarla.
“La
tortuga y la liebre” cuenta algo divertido sobre la constancia. No todos los
cuentos que tocan la constancia terminan con un resultado parecido, pero sigue
siendo importante.
La
constancia no debería ser ciega. Hay una dicho que la práctica hace al maestro.
Es bonita la frase, y sirve para la motivación y la constancia. ¡Cuidado!
Aunque la práctica es fundamental, puede servir para reforzar hábitos no tan
buenos, técnicas incorrectas. Si uno está ensayando mal, la práctica sin
correcciones puede reforzar algo no tan bueno. Puede hacer de lo incorrecto
algo casi permanente y difícil de cambiar.
Por el
otro lado, la perfección no debería volverse enemigo de la acción. Si tuviera
que equivocarme, preferiría hacerlo con acción que con inacción.
Aprender
un idioma puede servir como ejemplo. Como profesor del inglés, he observado
algunos estudiantes muy miedosos en el momento de hablar. Temen cometer errores
con el acento, la gramática, el estilo, etc. Otros estudiantes hablan sin
miedo. Comenten errores, pero aprenden de esos errores.
Es
importante parar a veces para la evaluación, para recibir una crítica o una
autocrítica. Otra vez, la práctica sin correcciones puede reforzar algo malo.
Claro, la inacción no va a ayudar en el progreso. Dicho es, recibir o esperar
una evaluación no equivale a la inacción.