jueves, 11 de febrero de 2016

La constancia

Durante casi seis años, de marzo de 2008 a febrero de 2014, hice como mínimo treinta minutos de ejercicio todos los días. Vivía en Mexico y Utah durante ese tiempo con viajes a Washington, D.C.; Lima, Perú, Philadelphia, Pennsylvania entre otros. El ejercicio es sumamente importante para mi, pero quizás no lo es para todos. Sin embargo, la constancia debería ser fundamental.

Hay un dicho para los corredores de fondo que la carrera no es para el más rápido, ni el más fuerte, sino para los que perduran. Claro, en una competencia, hay ganadores. Vale la pena respetar eso y celebrar los logros, a veces de nosotros pero también de otros.

Después, es momento de continuar en el camino. La competencia con otros sirve de muchas maneras: para evaluar el progreso, para motivar, para ganar algo. No obstante, la competencia con uno mismo es tal vez la más importante.

No solo se aplica al deporte. En los estudios o el aprendizaje de algo, se puede aplicar. ¿Cómo podemos mejorar nuestra manera de pensar, la habilidad en las matemáticas o las letras, la productividad en el trabajo, etc.? Las metas ayudan, y parece que hay una sin fin de libros sobre las estrategias de formular y alcanzar los objetivos.

El diccionario de la Real Academia Española define “constancia” así: “Firmeza y perseverancia del ánimo y las resoluciones y en los propósitos.” La constancia ayuda mucho con el progreso, y vale la pena cultivarla.

“La tortuga y la liebre” cuenta algo divertido sobre la constancia. No todos los cuentos que tocan la constancia terminan con un resultado parecido, pero sigue siendo importante.

La constancia no debería ser ciega. Hay una dicho que la práctica hace al maestro. Es bonita la frase, y sirve para la motivación y la constancia. ¡Cuidado! Aunque la práctica es fundamental, puede servir para reforzar hábitos no tan buenos, técnicas incorrectas. Si uno está ensayando mal, la práctica sin correcciones puede reforzar algo no tan bueno. Puede hacer de lo incorrecto algo casi permanente y difícil de cambiar.

Por el otro lado, la perfección no debería volverse enemigo de la acción. Si tuviera que equivocarme, preferiría hacerlo con acción que con inacción.

Aprender un idioma puede servir como ejemplo. Como profesor del inglés, he observado algunos estudiantes muy miedosos en el momento de hablar. Temen cometer errores con el acento, la gramática, el estilo, etc. Otros estudiantes hablan sin miedo. Comenten errores, pero aprenden de esos errores.

Es importante parar a veces para la evaluación, para recibir una crítica o una autocrítica. Otra vez, la práctica sin correcciones puede reforzar algo malo. Claro, la inacción no va a ayudar en el progreso. Dicho es, recibir o esperar una evaluación no equivale a la inacción.


Vuelvo al diccionario para enfatizar la importancia de la perseverancia y la firmeza en el camino. Son las bases de algo muy importante: la constancia.





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