Hoy día los líderes se destacan no por sus programas o sus ideas sino por su habilidad de decir lo que complazca a la gente. Se elijen a los líderes en base a la popularidad. Sin embargo, cuando se acaban las fiestas y el champán, les toca a los elegidos la responsabilidad de dirigir, de gobernar.
Además del poder, le tocó al Presidente Felipe Calderón el reto de demostrar un liderazgo de sabiduría. Desafortunadamente en el tema de la migración de mexicanos a Estados Unidos, Calderón se ha equivocado.
La equivocación de Calderón consiste en haberse prestado a los intereses particulares de Elvira Arellano, cuya historia de tener un niño estadounidense y refugiarse en una iglesia de Chicago se ha difundido mucho. La historia puede tocar la fibra sensible de todos, pero uno debe tener en cuenta que Arellano entró a Estados Unidos dos veces sin documentos, la segunda vez en desobediencia total a una orden de deportación. Además, hay millones de mexicanos en situaciones parecidas. No sería aconsejable dar un trato especial a Arellano sin una reforma de las leyes que ayudaría a todos.
El problema con los comentarios de Calderón es sirven a la derecha estadounidense que aboga por usar una mano dura contra los inmigrantes. No obstante, hasta este incidente, la retórica de Calderón ha sido buena con respecto al tema migratorio. En enfatizar la importancia del desarrollo económico, Calderón reconoce la necesidad de crear oportunidades para mexicanos en México.
Calderón debería seguir con esa retórica bien ajustada a la realidad económica y los principios que favorecerán una reforma migratoria beneficiosa tanto para Estados Unidos como para México. Ese camino sabio sacrifica el apoyo inmediato y aplausos efímeros por una gloría duradera que surge de un trabajo bien hecho.
El tema de la migración es espinoso. Está claro que Estados Unidos tiene un sistema demasiado inflexible que se ha ido distanciándose de la realidad social y económica. Según un estudio de la oficina del presupuesto del congreso de Estados Unidos, en el año 2005, 1 de cada 7 trabajadores en Estados Unidos nació en el extranjero. Uno de cada 20 está indocumentado. Con el envejecimiento de la población estadounidense, se esperan números más altos en los años venideros.
Se estima que la economía necesita entre 400 mil y 500 mil obreros extranjeros cada año, pero la ley estadounidense solo autoriza 71 mil visados, 66 mil de los cuales visados temporales, para esos obreros. Para tener una frontera y una política inteligente, el gobierno de Estados Unidos tiene que reformar el sistema para que sea tan dinámico como la economía: específicamente, debería aumentar como mínimo 300 mil los visados disponibles cada año e implementar un mecanismo para ajustar el número de los visados disponibles a las necesidades de la economía.
El Presidente Bush ha reconocido que el gobierno estadounidense ha dado la vista gorda a la contratación de trabajadores indocumentados. Los congresistas lo saben. Los estadounidenses lo saben. En un estado apegado al derecho, hay que cambiar eso. El gobierno estadounidense debe implementar un sistema seguro y eficaz de verificar el estatus migratorio de los trabajadores. A la vez, tiene que aplicar estándares a las empresas para poder hacer cumplir las leyes. En Estados Unidos, muchas personas están frustradas por el incumplimiento con las leyes. Desafortunadamente, esto se manifiesta con una frecuencia preocupante en las actitudes hostiles a los inmigrantes.
Finalmente, Estados Unidos tiene que decidir que hacer con los 12 millones de indocumentados que residen en el país. Los indocumentados han infringido las leyes de Estados Unidos. Al mismo tiempo, la gran mayoría han aportado algo a la economía estadounidense y a sus comunidades. Parece que estos indocumentados merecen una multa por su conducta contra la ley. Sin embargo, merecen también un estatus migratorio a la par con su aportación.
En diciembre yo escribí en el periódico estadounidense "The Salt Lake Tribune" que un criterio que se podría aplicar para el Presidente Felipe Calderón es la migración de mexicanos hacia Estados Unidos. Si puede cambiar esa tendencia y gobernar para crear oportunidades para mexicanos en México, habrá conseguido el éxito como presidente.
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