martes, 28 de julio de 2015

Ciudad santuaria: Etiqueta falsa

La política está llena de etiquetas equivocadas, con frecuencia usadas en contextos deformados o maquillados para servir intereses electorales o particulares. La estrategia política prevalece sobre la comunicación honesta y clara, la comunicación sin rodeos.

La política sobre la inmigración ilustra el problema. El tema candente para algunos: ¿Es San Francisco una "ciudad santuaria" (o "ciudad santuario")? Antes de resumir un incidente serio y delicado, recalco que los inmigrantes, documentados e indocumentados, son menos propensos de estar en la delincuencia, tres veces más bajo según unos estudios recientes. Hay excepciones.

El 1 de julio, un indocumentado con varias deportaciones y felonías en su historial disparó y mató a una mujer en San Francisco. Unos meses antes, el sospechoso había estado en cárceles federales y estatales, pero un fallo en las leyes y la práctica resultó en su salida de una cárcel de San Francisco.

San Francisco tiene la política de no coordinar con los agentes de inmigración con respecto a las deportaciones a no ser que existan mandatos judiciales o ordenes de arresto. Lo único que existió en el caso del sospechoso era una petición federal para la detención de la persona (“immigration hold”). Conforme con las leyes estatales de California, el sospechoso no podría haber salido por los antecedentes penales que tenía. No obstante, en San Francisco, ocurrió.

Sin duda, lo de San Francisco fue un fallo: cinco deportaciones y varias felonías sirven para fundamentar una política estricta en el caso de este hombre. Se entiende la lógica de algunos que argumentan a favor de una política más dura en este aspecto. Sin embargo, no hay que aceptar las exageraciones y un lenguaje desconectado de la realidad.

San Francisco tiene leyes y una política suave con respecto a la inmigración, pero no es un santuario para los inmigrantes indocumentados. No es una “ciudad santuaria”. En la realidad, no existen “ciudades santuarias”.

En el diccionario de la editorial Santillana, la cuarta acepción de “santuario” es: “Lugar donde una persona o animal tiene sus dominios o encuentra refugio o protección.” En la retórica política, algunos han aplicado “santuario” como adjetivo a las ciudades con una política suave con respecto a la inmigración. En Utah, algunos ponen esa etiqueta a Salt Lake City.

En una “ciudad santuaria”, un indocumentado estaría a salvo de los agentes de inmigración, de la ley migratoria del país. Por varias razones esto es incorrecto, incluso en San Francisco.

La policía local en varias regiones y estados del país ha decidido dar prioridad a las relaciones comunitarias con poblaciones de indocumentados en vez de a una coordinación más estrecha con los agentes de inmigración. Hay tensión entre los que quieren relaciones amigables y los que quieren más deportaciones. Creo que los que priman la relación comunitaria tienen argumentos más fuertes, pero el asesinato de San Francisco sin duda fortalece al otro lado.

Reconocer el problema del asesinato no equivale a reconocer a San Francisco como una “ciudad santuaria”. Los agentes de inmigración podrían haber conseguido una orden de arresto. Con eso, el hombre no habría podido salir de la cárcel. La política de San Francisco tampoco impide a inmigración llevar a cabo operativos conforme con las leyes y las prioridades federales.

El no cooperar con los agentes de inmigración no es lo mismo que prohibir o obstruir su trabajo. El hecho de no  asumir responsabilidades federales sobre la inmigración no convierte a una ciudad en un santuario. Los agentes federales siguen con su autoridad y rango de acción.

El incidente de San Francisco es algo serio y una razón para la evaluación de todas las políticas, tanto federales como locales. No es razón ni para el hipérbole ni para el pánico político.

Aunque la política migratoria se ha suavizado mucho en la práctica, no hay ningún lugar en Estados Unidos donde los indocumentados están técnicamente a salvo de las leyes. No existen santuarios, ni mucho menos para los que están o han estado en la delincuencia.


La “ciudad santuaria” solo existe en la imaginación de algunos y en la retórica de otros que buscan transformar la política a su ventaja.


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