martes, 13 de septiembre de 2016

El deporte



Me acuerdo de algunas clases de educación física en Virginia, Maryland y Pennsylvania. Siempre era pequeño por mi edad, pero solía hacerlo bien en los ejercicios y deportes de resistencia. Corría mucho y jugaba tenis sin cesar durante una parte de mi juventud.

Mi formación universitaria en Penn State me ayudó desarrollar y profundizar tanto los intereses académicos como los deseos y curiosidades en el deporte. Aprendí jugar ráquetbol, algo parecido al squash y quizás también al tenis. Estudié la psicología del deporte con una de las pioneras en el campo, la profesora Dorothy Harris. Treinta años más tarde, sigo aplicando algunas de sus lecciones. Me inculcó la importancia de la actividad física durante toda la vida.

Soy corredor. También soy nadador aunque con menos frecuencia. Brinco bastante la reata como ejercicio para fortalecer todo el cuerpo. El ejercicio me cansa en el momento, pero en general me da más energía y ganas para lidiar con los desafíos. Cada vez, más estudios elogian al ejercicio como paliativo del estrés emocional y físico de la vida.

Mi esposa enseña a los niños preescolares. Ella me ha señalado el ejercicio y el deporte como partes fundamentales de la educación. La actividad en los niños les ayuda con el desarrollo de los movimientos finos. Los niños activos tendrían más posibilidades de aprender bien a la edad indicada sujetar una lápiz para los trabajos en la aula.

Mis padres creían que el deporte ayudaría a los niños elegir bien algunos caminos en la vida. Con la experiencia personal y la lectura de tantas anécdotas, creo que tenían razón. La gran mayoría de los deportistas tienen que llevar una vida sana para mejorar sus habilidades. A veces hemos visto malos ejemplos a nivel profesional, pero eso parece la excepción y no la regla. Casi cualquier entrenador, si no todos, animaría a sus deportistas comer sano y vivir de una manera sana. No importa el nivel

Con el comienzo del año escolar y el rigor de la vida en otoño, surgen los estreses del diario vivir. El sol del día se vuelve menos intenso y más corto. Podría ser difícil pensar en la actividad que llevábamos durante el verano. Incluso, los deportes en la televisión podrían distraernos. No es necesariamente malo: Que gane siempre Penn State. Y voy a favor de la Universidad de Utah siempre que no jueguen en contra de Penn State.

Al grano y sin rodeos, que hagamos algo de ejercicio todos los días. No hay que ser corredor, jugador de fútbol o gimnasta. Basta con andar un poco por la mañana o por la tarde. Ayuda hacerlo con amigos, miembros de la familia o un grupo.

Anima a los niños participar en algún deporte. Aunque sea algo informal en un parque o en la yarda, vale la pena. No es solo para evitar el sobrepeso o las consecuencias como la diabetes, pero eso sí es una parte. Más que nada, animar a las personas en las actividades y en el deporte es para mejorar la calidad de vida tanto para ellos como para todos que vivimos en su entorno.


Hasta la próxima, idealmente en los caminos de las montañas o quizás en una piscina.



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